miércoles, mayo 30, 2007

Ella me Confundió con otra Persona y Ocho y Medio__ Nacho Vegas

Ella gritó, después susurró
y en ningún caso yo entendí una
palabra.
Dijo que sí, siempre estaría allí,
y después pretendió que le diera las gracias.
Comenzó una noche cualquiera
y aún no lo he sabido parar.

Ella corrió; dijo: “ven tras de mí”,
y el polvo que levantó me cegó
completamente.Me señaló; gruñó: “es el mismo error”.
Yo traté de explicar que era un error
diferente.
¿Qué más da? Se trata de errores.
Qué más da, si el peor de ellos fue
que ella me confundió con una persona
que, obviamente, no era yo.

Ella aportó ante el juez cartas,
y yo juraré que aquella no era mi letra.
Puso en mi boca frases que a mí
me sonaban a pura jerga extranjera.
Señor Juez, esa no es mi ropa.
No, aquel no es mi neceser.

Una noche salí; vi a un anciano morir.
Me quedé y le robé su dentadura
postiza.
Ahora sí, ya te puedo mirar
y lucir a la vez una enorme sonrisa.
¿Qué más da que la gente muera?
Qué más da, si tienen que morir.
Ella me confundió con una persona que,
obviamente, no era yo.

Me lo podéis discutir, y hasta contradecir,
pero sé lo que viví, rezando día y noche así:
Dios mío, haz que me olvide o que se muera.

Ella volvió. Oh sí, ella volvió,
y no tardó en declararme su amor tan profundo.
Hagamos que todo empiece otra vez
y termine con el polvo más triste del mundo.
¿Qué más da que el amor renazca?
Qué más da, si en el fondo yo sé
que ella me confundió con una persona
que, obviamente, no era yo.


Ocho y Medio

Miro al techo que hoy ha vuelto
a gotear; hacía tiempo que no llovía así.
Y cada gota golpeando contra los
cacharros de metal me hace pensar
unas veces en sangre y otras veces en ti.
Lo que en realidad viene a ser lo mismo.
Lo que, por crueldad, viene a
dar igual. O puede ser un ángel que
una vez perdió la fe y fue expulsado, y
que ha venido a agonizar justo encima de mi hogar
y estas gotas sean sus lágrimas.
O puede que sea hora de entrar ya en razón
y llegar a comprender que dentro de este horror
no hay literatura, no, y eso tú lo sabes bien
a fuerza de caer en una trampa mortal
que en el tiempo dura ya ocho años y medio.
Seré muy breve; te quiero, y esto duele.

Y vino un pájaro a posarse en mi ventana.
Tenía una ala rota y su plumaje era gris y azul.
Y al acercar mi mano y comprobar que no echaba a volar
supe de inmediato que lo enviabas tú.
Lo tomé entre mis garras y lo dejé morir,
y cuando lo hizo aún llovía aquí. Y la sangre al gotear entre
zarpas de animal presagió mi suerte,
como una ave que voló de Madrid hacia Gijón aun herida de muerte,
reescribiendo la espiral de prometer hacerlo bien,
cometer un nuevo error,
no saber pedir perdón o pedirlo demasiadas veces.
Y aunque ahora escupo una oración helado de terror
ningún Dios responde aún.
¿Soy yo el que no ve o es que todavía no se hizo la luz?
Seré muy breve; te extraño, y esto duele.

Y trato de encontrar una salida
pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.
Y contemplo junto a mí el cadáver
del que fui –según tú- en una ocasión,
y es la mancha de humedad
la de la herida mortal impregnada en el colchón,
y ahora que te oigo llorar
en lugar de ir hacia ti me vuelvo a anestesiar
y me limito a subir el volumen del televisor,
o me concentro en recordar,
para no pensar en ti,
que tendría que llamar y
que alguien venga a reparar la gotera de una puta vez,
que ya cansé de recoger litros de agua gris,
gris como un metal que un día relució y hoy lo cubre
suciedad.
¿Qué se hace para amar lo que quise despreciar ya una y mil veces?
Seré muy breve; te he perdido, y esto duele.

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Un Saludo desde Aquí a la Distancia